PRETORIA – Debo admitirlo. Soy un poco un fanático del desarrollo. Durante la mayor parte de mi vida adulta he estado leyendo gruesos tomos de libros que describen el éxito o fracaso de proyectos. Converso con amigos cuando nos juntamos a cenar sobre las teorías del desarrollo. Y no puedo dejar de pensar en la pregunta sobre este tema que considero es la más importante de todas: ¿Cómo podemos cumplir más eficazmente nuestras promesas a los pobres?
Podrán imaginar entonces mi entusiasmo ante la posibilidad de pasar un día completo en reuniones con los principales expertos de Sudáfrica en materia de desarrollo: sus ministros de finanzas, desarrollo económico, salud, educación básica, asuntos hídricos y ambientales, y desarrollo rural y reforma agraria. Y además con el presidente Jacob Zuma.
Decidí visitar Sudáfrica durante mi primer viaje al extranjero como Presidente del Grupo del Banco Mundial debido a la gran importancia de este país para la región, el continente y el mundo. Es el motor económico de África, y su historia de reconciliación después del apartheid es uno de los logros históricos de nuestro tiempo.