
Haya despertó asustada y sin aliento. Desde niña sufre de asma, por lo que el polvo y la humedad de la habitación no le permitieron respirar bien. Sintió su pecho apretado y, a la luz de las velas, notó que sus dedos se ponían azules. En Siria, Haya tenía acceso a seguro médico y recibía los medicamentos que necesitaba tomar a diario para mantener despejadas sus vías respiratorias. Pero ella y su familia huyeron de Alepo, estableciéndose en un campamento de refugiados [en Líbano] cerca de la frontera con Siria. Mientras los trabajadores sanitarios entregaban atención gratuita a los pacientes con enfermedades infecciosas en el campamento, los enfermos con afecciones crónicas, como Haya, eran remitidos al hospital público más cercano. Pero al no tener los medios para pagar la atención médica o no poder trabajar en el país que la acogió, Haya se quedó sin medicamentos y sin aliento.